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La teoría del portafolio moderna se equivoca: diversificación no es inversión

Según la teoría del portafolio moderna (TPM), los precios de los activos financieros siempre reflejan plenamente toda la información disponible y relevante, y cualquier ajuste a la nueva información es prácticamente instantáneo. Así pues, los precios de los activos sólo responden a la parte inesperada de la información, puesto que la parte esperada ya está incorporada a los precios.

Por ejemplo, si el banco central sube los tipos de interés un 0,5 por ciento, y si los participantes en el mercado preveían esta acción, los precios de los activos reflejarán este aumento previsto antes de que el banco central suba los tipos de interés. Obsérvese que una vez que el banco central suba los tipos de interés un 0,5 por ciento, este aumento no tendrá ningún efecto sobre los precios de los activos, puesto que los precios de las acciones ya se han ajustado. Sin embargo, si el banco central sube los tipos de interés un 1%, en lugar del 0,5% esperado por los participantes en el mercado, los precios de los activos reaccionarán ante esta noticia.

Según la TPM, el inversor individual no puede ser más astuto que el mercado operando a partir de la información disponible, puesto que ésta ya está contenida en los precios de los activos. Esto significa que los métodos que intentan extraer información de los datos históricos, como el análisis fundamental o el análisis técnico, son de poca ayuda. Lo que un analista descubra en los datos ya es conocido por el mercado y, por tanto, no le ayudará a «ganar dinero».

Según esta lógica, las cotizaciones bursátiles se mueven en respuesta a información nueva e inesperada. Dado que, por definición, lo inesperado no puede conocerse, implica que las posibilidades de un individuo de anticipar la dirección general del mercado son tan buenas como las de cualquier otro.

Dado que no se puede conocer la dirección futura del mercado bursátil, la única forma de obtener rendimientos superiores a la media es asumir un mayor riesgo. Un valor cuyos rendimientos no se espera que se desvíen significativamente de su media histórica se denomina de bajo riesgo. Un valor cuyos rendimientos son volátiles de un año a otro se considera arriesgado.

La TPM parte del supuesto de que los inversores tienen aversión al riesgo y desean obtener rendimientos elevados y garantizados. Para cumplir este supuesto, la TPM instruye a los inversores sobre cómo combinar las acciones en sus carteras, dándoles el menor riesgo posible coherente con el rendimiento que buscan mediante la práctica de la diversificación.

Según la TPM, una cartera de valores volátiles puede combinarse y esto, a su vez, dará lugar a una reducción del riesgo global de la cartera. El principio rector para combinar valores es el siguiente: Cada valor representa actividades que se ven afectadas por determinados factores de manera diferente. Una vez combinados, se espera que estas diferencias se anulen entre sí, reduciendo así el riesgo total.

Riesgo sistemático versus riesgo asistemático

Según la TPM, el riesgo puede dividirse en dos partes. La primera parte está asociada a la tendencia de los rendimientos de una acción a moverse en la misma dirección que el mercado general. La otra parte del riesgo resulta de factores peculiares de una empresa concreta. La primera parte se denomina riesgo sistemático y la segunda, no sistemático.

Según la TPM, mediante la diversificación sólo se elimina el riesgo no sistemático. El riesgo sistemático no puede eliminarse mediante la diversificación. En consecuencia, se sostiene que la rentabilidad de cualquier acción o cartera siempre estará relacionada con el riesgo sistemático, de modo que cuanto mayor sea el riesgo sistemático, mayor será la rentabilidad.

El riesgo sistemático de los valores refleja la respuesta de cada valor a los movimientos generales del mercado. Algunos valores tienden a ser más sensibles a los movimientos del mercado, mientras que otros son menos sensibles.

La sensibilidad relativa a los movimientos del mercado se estima mediante métodos estadísticos y se conoce como beta. (Beta es la descripción numérica del riesgo sistemático.) Si una acción tiene una beta de dos, por término medio oscila el doble que el mercado. Si el mercado sube un 10%, la acción tiende a subir un 20%. Sin embargo, si la acción tiene una beta de 0,5, tiende a ser más estable que el mercado.

¿Tiene sentido el marco TPM?

El principal problema del marco TPM es que se basa en el supuesto de que todos los participantes en el mercado tienen las mismas expectativas sobre la rentabilidad futura de los valores. Sin embargo, si los participantes tienen expectativas homogéneas, ¿por qué habría de comerciar nadie? Al fin y al cabo, el comercio implica la existencia de expectativas heterogéneas. En eso consisten los toros y los osos. Un comprador espera que suba el precio del activo, mientras que el vendedor espera que baje.

El marco TPM también implica que los participantes en el mercado tienen los mismos conocimientos. Las previsiones de los precios de los activos realizadas por los participantes en el mercado se agrupan en torno al valor real, y las desviaciones del valor real se distribuyen aleatoriamente.

También significa que, puesto que, por término medio, todo el mundo conoce el verdadero valor subyacente, nadie necesitará aprender de los errores del pasado, ya que estos errores son aleatorios y, por tanto, cualquier aprendizaje será inútil. En palabras de Hans-Hermann Hoppe, «Si el conocimiento de todos fuera idéntico al de los demás, nadie tendría que comunicarse en absoluto. Que los hombres se comuniquen demuestra que deben asumir que sus conocimientos no son idénticos».

¿La información pasada y presente ya está en los precios?

¿Es válido argumentar que la información pasada y presente está imbricada en los precios y, por tanto, no tiene ninguna importancia en la previsión de los precios de los activos? Por ejemplo, una bajada de los tipos de interés por parte del banco central anticipada por el mercado, aunque se considere una noticia antigua y, por tanto, se suponga que no tiene efectos reales, de hecho pondrá en marcha el ciclo de auge y caída.

Los participantes en el mercado no pueden descartar el momento de la crisis económica. Por ejemplo, lo que caracteriza a una crisis económica es que, antes de que empiece, la mayoría de los inversores tienden a ser muy optimistas sobre el entorno empresarial y la crisis les pilla por sorpresa.

Una vez que se ponen en marcha las causas de una crisis económica, sólo algunos individuos ven cambios en sus ingresos reales. Con el tiempo, sin embargo, el efecto de estas causas se extiende a un espectro más amplio de individuos. Obviamente, estos cambios en los ingresos reales de los individuos generan cambios en los precios relativos de los activos, por lo que sugerir que el mercado incorporará rápidamente todos los cambios futuros de las diversas causas presentes sin decirnos cómo se hace es cuestionable.

Además, en un intento de minimizar el riesgo, los partidarios de la TPM tienden a establecer un alto grado de diversificación. Tener un gran número de valores en cartera puede dejar poco tiempo para analizarlos y comprender sus fundamentos. Esto podría aumentar la probabilidad de invertir demasiado dinero en malas inversiones.

¿Deben los inversores centrarse en el riesgo y no en las oportunidades de beneficio?

Un inversor que se preocupa por el riesgo en lugar de identificar oportunidades de beneficio es probable que se perjudique a sí mismo. Ludwig von Mises escribió,

No existe ninguna inversión segura. Si los capitalistas se comportaran de la manera que describe la fábula del riesgo y se esforzaran por conseguir lo que consideran la inversión más segura, su conducta haría que esta línea de inversión fuera insegura y, sin duda, perderían su aportación. . . . El propietario del capital no elige entre inversiones más arriesgadas, menos arriesgadas y seguras. Se ve obligado, por el propio funcionamiento de la economía de mercado, a invertir sus fondos de tal manera que satisfagan lo mejor posible las necesidades más urgentes de los consumidores. Un capitalista nunca elige aquella inversión en la que, según su comprensión del futuro, el peligro de perder su aportación es menor. Elige aquella inversión en la que espera obtener los mayores beneficios posibles.

Resumen y conclusión

La TPM da la impresión de que existe una diferencia entre invertir en bolsa e invertir en una empresa. Sin embargo, la bolsa no tiene vida propia. El éxito o el fracaso de la inversión en acciones depende en última instancia de los mismos factores que determinan el éxito o el fracaso de cualquier negocio. Los defensores de la teoría del portafolio moderna sostienen que la diversificación es el corazón de la inversión. Por el contrario, la clave debería ser la rentabilidad de las inversiones, no su diversificación.

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