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¿La gente mejor pagada simplemente tiene suerte?

Una de las teorías más influyentes en la filosofía política contemporánea es el “igualitarismo de la suerte”. El veterano G.A. Cohen explicaba así esta postura en su Rescuing Justice and Equality (Harvard, 2008):

Las personas con talentos y capacidades por encima de lo normal no deberían en justicia recibir más riqueza y renta que otras, aunque su trabajo sea más productivo y valioso que el de sus compañeros de trabajo menos afortunadamente dotados. La gente no merece la capacidades con las sobrepasan a otros y la convicción que me anima (…) [es] que una distribución desigual que desigualdad no pueda justificarse por alguna decisión o error o abandono por parte de (algunos de) los agentes importantes afectados es injusta y que nada puede eliminar esa injusticia concreta.

En pocas palabras, si ganas una buena cantidad de dinero en  una economía de libre mercado, has “tenido suerte”: resulta que tienes una serie de habilidades y rasgos personales que te permiten suministrar a los consumidores lo que quieren comprar. No es que te merezcas tener estos rasgos deseables: sencillamente los tienes.

Ante este argumento, ¿cómo han respondido los defensores del libre mercado? Una postura es enfrentarse a la afirmación igualitarista de la suerte de que no mereces moralmente beneficiarte de tus talentos y capacidades. David Schmidtz, un filósofo liberal clásico de la Universidad de Arizona, argumenta que si trabajas para desarrollar tus talentos, mereces beneficiarte de ellos. En su Elements of Justice, Schmidtz ataca con gran fuerza la noción igualitaria del abandono con respecto a la suerte. Según la opinión que este condena, cualquier elemento de suerte en los logros de alguien hace que no valga nada de lo que haya hecho. ¿Pro por qué aceptar una  opinión tan exigente? A partir de ella, nadie podría nunca reclamar merecerse nada, ya que hay siempre un factor de suerte en toda cadena de causas. Deberíamos adoptar en su lugar un “concepción no vacua del abandono, [en la que] habrá entradas que una persona pueda suministrar y por tanto dejar de suministrar”.

Schmidtz sugiere que podría ser más útil ver el abandono como un mirar adelante. Si se nos da la oportunidad, ¿por qué no preguntar qué puedo hacer hacer ahora que hecho un buen uso de lo que tengo a mano?  Si aprovecho bien mis oportunidades, me lo merezco en un sentido defendible. Otro uso aceptable del concepto es preguntar: “¿Qué hago para merecer esto? (…) la pregunta tendrá una respuesta real”. Sin embargo, si la pregunta es: “¿Qué hice en el momento de Big Bang para merecer esto, la respuesta es ‘Nada. ¿Y qué?’”

Robert Nozick respondía de otra manera al igualitario de la suerte. Aunque no te merecieras moralmente beneficiarte de tu talento natural, tienes derecho a una riqueza y rentas superiores mientras las hayas obtenido a través de un sistema justo de adquisición y transmisión de la propiedad.

Ambas respuestas son convincentes en mi opinión, pero no se enfrentan a la premisa fundamental del igualitarismo de la suerte. No cuestionan la idea de que, en la medida en que la posesión de riqueza o renta deriva de la suerte, hay al menos algo en contra de ella. Schmidtz dice que la buena suerte no impide que te merezcas lo que consigues y Nozick dice que el derecho hace irrelevante la suerte. Pero ninguno afirma que haya nada cuestionable acerca de que la suerte desempeñe un papel importante a la hora de explicar por qué algunas personas son mucho más ricas que otras.

La gran filósofa británica Elizabeth Anscombe, que no era libertaria, hizo exactamente esto. En un ensayo, “Prolegomenon to a Pursuit of the Definition of Murder”, dice: “la desigualdad con respecto a posesiones o estatus social o prestigio no es por sí misma algo que necesite justificarse. La idea de justificar generalizadamente basándose en el mérito es sencillamente risible. Se trata de suerte. Su existencia ni ha tenido ni tiene necesidad de justificación, ya sea por sí misma o prima facie. Así que cuando hay una objeción de una desigualdad de ventajas, queremos saber qué objeción es (no se ha dado solo por llamar desigualdad a la desigualdad)”. (El ensayo parece en su Human Life, Action and Ethics, pp. 253-254). Su comentario por desgracia no se desarrolla sino que se incluye como una nota de pasada.

Anscombe ha entrado aquí en el fondo del asunto, con su característica mordacidad. Aunque la suerte sea responsable de la desigualdad, ¿y qué? Llamé la atención sobre el pasaje a un conocido filósofo, fuertemente igualitario en sus opiniones y este comentó: “El comentario es como de costumbre claro y poderoso… y verosímil”. Como su respuesta se hizo mediante correspondencia privada, dejaré a los lectores que adivinen quién fue. Solo añadiré: “os sorprenderíais”.

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