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¿No tiene México normas de edificación?

Durante el terremoto de Whittier Narrows de 1987, mi Madre estaba trabajando en el centro de Los Ángeles en uno de los edificios conocidos entonces como las Arco Towers.

El edificio era de estilo principios de la década de 1970, pero gracias a una cara tecnología utilizada para sostener edificios altos frente a terremotos, las Arco Towers se limitaron a balancearse de un lado a otro, en lugar de derrumbarse en respuesta al seísmo. Ese terremoto era de tamaño medio (por usar una terminología informal), pero el edificio está diseñado para soportar temblores mucho mayores. Ocho personas murieron tras el terremoto.

Dos años antes, el terremoto de la ciudad de México en 1985 produjo resultados devastadores. Aunque el terremoto fue considerablemente más fuerte, el total de víctimas fue mucho más allá de lo que esperaríamos en un seísmo similar en Los Ángeles. Aunque la cifra sigue discutiéndose hoy, más de 30.000 personas pueden haber muerto en el terremoto, debido en buena medida a los desplomes de edificios.

Por suerte, el número de muertes en el terremoto de México del martes parece ser muchísimo más pequeño que el de 1985. Hasta ahora, el número de víctimas es de unos pocos centenares.

Hoy el Wall Street Journal atribuye estas mejoras a las normas de edificación:

Las normas de la edificación de la ciudad de México mejoraron drásticamente en los años posteriores al terremoto de 1985, un temblor de magnitud 8,1 que mató a más de 6.000 personas y derribo casi 2.300 edificios, incluyendo hospitales, escuelas, hoteles y edificios enteros de apartamentos de gran altura.

Después de 1985, “las normas de edificación cambiaron mucho”, dice Ricardo Warman, un arquitecto que construye y renueva viviendas en los barrios de Condesa y Roma del centro de la ciudad de México, entre los más afectados el martes. “Por eso la mayoría de los edificios que cayeron son de las décadas de 1950, 60 y 70”.

¿Pero por qué seguía México construyendo edificios vulnerables a los terremotos en la década de 1970? A mediados de la década de 1980, California ya llevaba muchos años tratando el asunto de los terremotos.

¿Por qué las ciudades mexicanas no aprobaron mejores normas legales de construcción antes de ese momento?

Bueno, resulta que sí tenían normas de edificación antes de ese momento, pero limitarse aprobar leyes no resuelve realmente los problemas. Antes del terremoto de esta semana (al comentar acerca del huracán Harvey), Bret Stephens recordaba en el New York Times:

¿Por qué a los países más ricos les va mucho mejor que a los pobres en lo que se refiere a desastres naturales? No es solo una mejor regulación. Yo me crie en ciudad de México, que adoptó normas estrictas de edificación tras un devastador seísmo en 1957. Esto no salvó a la ciudad en el terremoto de 1985, cuando descubrimos que esas normas se habían incumplido durante años debido a inspectores indolentes o corruptos de los edificios y miles de personas quedaron enterrados bajo los escombros de las defectuosas construcciones. La regulación solo es tan buena humana como sea su aplicación.

Así que, durante casi 30 años, hasta el terremoto de 1985, se aprobaron nuevas y mejores normas de construcción, pero parece que (como dijo un ingeniero de la ciudad de México) su aplicación fue “muy laxa”.

¿Pero por qué las ignoraban? ¿Era parte solo de una amorfa tolerancia ante un trabajo mal hecho? Como señalaba recientemente Walter Block, no podemos culpar solo a la corrupción:

Ya pueden tener todas las regulaciones y “estándares de seguridad” que quieran esas naciones plagadas de pobreza como [Bangladesh]. Esas normas burocráticas serán ignoradas o, si se sostienen y aplican rígidamente, prácticamente no se construirá ninguna nueva vivienda y casi todas las casas restantes se derrumbarán. ¿Por qué? Como este país es tan pobre, no le es posible aplicar estas regulaciones y “estándares de seguridad” modernos y occidentales.

En la mayoría los casos, la gente no ignora las normas de edificación porque sean sociópatas a los que no les importe la seguridad de sus clientes.

Por supuesto, debido a la existencia de la avaricia, siempre existe la tentación de racanear en seguridad para conseguir beneficios y limitarse a esperar que no pase nada. Pero en las naciones ricas, hay numerosos incentivos más allá de la regulación pública para no hacer esto: (1) las empresas de seguros pueden rechazar asegurar estructuras que sean de una seguridad cuestionable y (2) hay sistemas legales bien desarrollados que facilitan las demandas contra constructores negligentes.

Pero tal vez lo más importante sea que los consumidores de espacio de viviendas y oficinas en los países ricos pueden permitirse más a menudo pagar unidades en edificios a los que se han añadido costosas medidas de modernización y seguridad. En los países pobres, por el contrario, es mucho menos probable que los consumidores sean capaces de pagar edificios construidos con especificaciones que serían consideradas normales en áreas más ricas. Dado que los productores sólo pueden establecer precios a niveles que sus clientes puedan permitirse pagar, los constructores construirán de acuerdo con ello.

El resultado final es que en las áreas ricas prestar mucha atención a las normativas puede quitar alguna rentabilidad a un proyecto de edificación. Pero en un país pobre (como sugiere correctamente Block) una aplicación rígida es más probable que elimine completamente la rentabilidad e impida que se realicen nuevas construcciones en absoluto. En otras palabras, el coste de oportunidad de construir un edificio moderno a prueba de terremotos en un país pobre es mucho mayor.

¿Entonces cuál es la solución?

Como señala Stephens: “Cualquier niño sabe que las casas de ladrillo son más seguras que las casas de madera o de paja y que por tanto cuestan más construirse”. Los mexicanos (por supuesto) ya son muy conscientes de que la solución ideal es producir viviendas de alta calidad para todos. El problema es que eso resulta caro.

Por desgracia, la respuesta a este problema es la misma para la construcción para soportar huracanes y otros desastres naturales: crear riqueza es la única solución real a largo plazo.

Los ayuntamientos pueden aprobar leyes de construcción todos los días, pero mientras los residentes no tengan las rentas necesarias para pagar viviendas, oficinas y fábricas construidas para soportar terremotos, siempre habrá un incentivo especialmente grande para ahorrar en construcción. Como consecuencia, la gente inocente sufrirá.

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