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China: Un monstruo keynesiano

Recientemente viajé durante dos semanas por la República Popular de China, un país enorme con grandes contrastes: lo viejo y lo nuevo, los pobres y los ricos, lo tradicional y lo moderno, el este y el oeste. Aunque es una experiencia extraña con muchas impresiones, lo más sorprendente es el contraste económico evidente y contradictorio entre riqueza y desperdicio.

Los skylines de las ciudades chinas en las zonas de desarrollo económico consisten en distritos empresariales llenos de rascacielos mezclados con altos complejos de apartamentos de al menos 30 plantas. Estos últimos son grupos de aproximadamente una docena de edificios de diseño idéntico disparados hacia el cielo, a veces colocados en laderas para facilitar la expansión de la ciudad o cambiar los patrones de viaje de acuerdo con algún plan general (centralizado) para la ciudad.

Los cuadrados skylines se ven interrumpidos por una gran cantidad de grúas de los muchos proyectos de construcción que producen más rascacielos a velocidades impresionantes. La ciudad está conquistando el campo y devorando los alrededores como una plaga de langosta.

Esta imagen es una imagen de producción, una sociedad experimentando un enorme crecimiento económico y creando riqueza.

Pero al viajar cuando el día da paso a la noche se muestra una imagen muy distinta de estas ciudades chinas que se expanden. Mientras que el sol poniente hace que las grúas se vean más, lo que falta evidentemente es el indicador de la civilización: la luz artificial. Muchos de estos edificios recién construidos se convierten en siluetas delante del sol poniente, que son tan oscuras como el tronco de un árbol muerto.

Uno se puede parar en mitad de la ciudad mirando los rascacielos de cristal y metal rodeados por las luces de neón, como cabría esperar. Aun así, entre ellos se ven muchas formas oscuras de edificios que están vacíos, si no muertos. Estos edificios no son necesariamente nuevos ni están listos para una mudanza, están sencillamente deshabitados y sin usar.

La imagen es de desperdicio en el gasto e inmensos errores económicos. El contraste es tan intrigante como amedrentador. Nos dice algo importante acerca de la naturaleza del reciente milagro económico chino: que es esencialmente una mentira.

La economía china evidentemente se basa en buena medida en proyectos planeados y patrocinados por el estado como estas construcciones de edificios. Probablemente no sería una exageración decir que la economía china es un proyecto laboral keynesiano a escala desmesurada, lo que también significa estar tan alejado de la creación de valor real como cualquier otra empresa keynesiana.

El muy comentado proyecto “Un cinturón, una ruta” es lo mismo a escala internacional. El proyecto trata de recrear la ruta de la seda con infraestructura moderna, conectando Extremo Oriente con Europa tanto a través de tierra como de agua. Constando de diversos proyectos de infraestructura y acuerdos comerciales en aproximadamente 60 países para promover los proyectos, el UCUR es un proyecto político para conectar Oriente y Occidente. Está planeado y patrocinado por el estado y pretende, al menos durante la fase de construcción, crear proyectos principalmente para empresas chinas en el exterior (aunque el efecto inmediato parece haber sido un flujo de capitales). Es muy probable que estimule el PIB chino, como pretendía, y sea un fracaso catastrófico debido a su confianza en la planificación en lugar de los mercados. Pero como los estados tienden a pensar en las estadísticas del PIB como crecimiento económico real, en lugar de una medición cruda y defectuosa de este, el proyecto puede parecer un éxito al principio.

Lo que nos enseña China acerca de la economía y la política económica es la lección que no se da generalmente en las aulas universitarias: la importante distinción dentro de la producción entre creación de valor y consumo de capital. La historia del desarrollo económico de China es en gran medida una de insostenible crecimiento centralizadamente planificado, especialmente en términos de PIB, pero de una falta de creación sostenible de valor, acumulación de capital y emprendimiento.

La producción crea empleos, aunque lo que se produzca sean proyectos inútiles de infraestructura, ciudades fantasma o solo edificios fantasmas en ciudades por otro lado habitadas. Pero estos trabajos solo existen mientras los proyectos están en marcha, es decir, mientras hay capital creado disponible para consumo, ya sea del interior o atraído del exterior.

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