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El colapso de Penn Station: Otro fracaso de la “empresa” pública

Penn Station en Nueva York, antaño una de las catedrales más gloriosas del comercio, construida por una de las empresas de transporte de más éxito en la historia, está derrumbándose. Las vías están sin reparar. Esto se debe a que no se han mantenido adecuadamente durante décadas ya que Amtrak, a pesar de sus promesas de lo contrario en su fundación en la década de 1970, ha perdido toneladas de dinero constantemente.

Después de décadas de desastre público, ¿no es hora de algo nuevo?

Los trenes están descarrilando en Penn Station. Los trenes de los ferrocarriles nacionales de pasajeros (la desastrosa y deficitaria Amtrak con sus patéticos trenes Acela calificados como de alta velocidad, que son cualquier cosa menos alta velocidad en muchos lugares) llegan con retraso, igual que los ferrocarriles de cercanías que también usan Penn Station, New Jersey Transit y Long Island Railroad. Estos últimos, de una manera verdaderamente propia una empresa pública, pierden ambos toneladas de dinero. Parecen funcionar para beneficiar a alguien, alguien que no está entre los sufridos pasajeros y contribuyentes que pagan este desastre ideado por el gobierno. Este verano se reducirá el número de trenes que entrarán y saldrán de Penn Station. Esto está generando quejas entre los pasajeros de cercanías y larga distancia.

Habrá menos vías disponibles en Penn Station porque deben hacerse ahora de forma urgente reparaciones que deberían haberse realizado hace años. El efecto contagio en de los males de los ferrocarriles públicos se ha sentido en todo el nordeste de Estados Unidos. Afecta a la economía de toda la región de diversas maneras, incluyendo las numerosas personas que deciden conducir y atascar las muchas carreteras y puentes públicos malamente mantenidos.

No sé mucho de historia

¿Cómo arreglar un desastre público? Es una vieja historia con una respuesta familiar. Haciendo que los contribuyentes paguen una y otra vez. Así que la mayoría de los políticos de Nueva York y Nueva Jersey, muchos de los cuales esperan que sus votantes no conozcan la deplorable historia de la empresa pública, se están apresurando a proponer la misma solución que ellos y sus predecesores han estado proponiendo durante casi medio siglo: Premiar la incompetencia pública.

Apuestan porque sus votantes y contribuyentes olviden. Esperan que olviden que Amtrak es solo una de una lista interminable de empresas públicas que fracasaron y solo sobreviven gracias a la interminable castración del contribuyente. Esperan que los contribuyentes y ciudadanos de Estados Unidos olviden las promesas de Amtrak. Ya a principios de la década de 1970, cuando Amtrak se apropió de un grupo de ferrocarriles privados llevados a la quiebra del por el exceso de regulación, los directivos de la empresa prometieron que “vamos a ver el mayor cambio empresarial de la historia”.

He visto el futuro. Y no funciona

Aunque con enormes recursos públicos (aunque los defensores de Amtrak dirían que nunca consiguieron lo suficiente de los contribuyentes), el ferrocarril se ha convertido en un desastre. “Amtrak es un Enron en marcha al que se deberían permitir quebrar”, dijo Ken Bird, un exdefensor de Amtrak citado en el libro de Joseph Vranich, End of the Line —The Failure of Amtrak Reform and the Future of America’s Passenger Trains.

En su libro, Vranich, jefe de la asociación de ferrocarriles de alta velocidad, ofrece una acusación convincente contra Amtrak. ¿Por qué? Porque muchos de los comentarios vienen de personas como Vranich que en su momento apoyaron los ferrocarriles nacionalizados y ahora están dispuestos a confesar que el experimento ha sido un fracaso durante décadas.

¿Qué hay que hacer?

La mayoría de los políticos dirían que dar más dinero a la empresa pública que dirige Penn Station, un servicio nacional de ferrocarriles de pasajeros propenso a los accidentes y que es una máquina de perder dinero perpetuamente. La lógica de esta idea es equivalente a decir que el problema del borracho podría arreglarse si le diéramos más bebida. (Y en el caso de Amtrak, mejor que sea mucha y que los contribuyentes estén dispuestos a pagar muchas rondas). Es la respuesta incorrecta. La respuesta correcta es pensar creativamente: como en el pensamiento fuera de la caja. No tiene nada que ver con lo que se ha hecho con Amtrak durante casi 50 años. Es dejar de financiar el fracaso. Es decir a los directivos y los posibilitadores de Amtrak en el Congreso y la presidencia que ya basta. Es llegar a una conclusión lógica. Es decir que el gobierno debería estar fuera del negocio del ferrocarril. Es aprender la lección de que gobierno y empresas no pueden mezclarse, igual que ocho martinis engullidos en un estómago vacío.

Es vender Amtrak. Es sacar al gobierno del negocio de dirigir todas las empresas.

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