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Hugh Hewitt tiene una rabieta con respecto a la Escuela Austriaca (y mucho más)

En un artículo extrañamente desordenado para el Washington Post, Hugh Hewitt  consiguió de alguna manera agrupar tanto a los oponentes del Export-Import Bank como a los defensores de las llamadas ciudades santuario como enemigos del “estado de derecho”.

Por supuesto, no importa que los argumentos contra el banco Ex-Im y los argumentos a favor de las ciudades santuario no tengan nada en común. Sin embargo, Hewitt, ante la oportunidad de atacar a sus enemigos en el WaPo y decidió que encontraría alguna manera de ponerlos juntos como objetivos para su ataque.

Primero, va en contra de aquellos que se oponen a un poder federal ilimitado anulando leyes federales a nivel local y añade a los estados que legalizaron el uso de la marihuana por si acaso: “los estatutos de las ciudades santuario y de la legalización de la marihuana son ejemplos de gobiernos locales y estatales ignorando la ley federal”, dice Hewitt.

Para consternación de Hewitt, los intentos federales de tratar por igual a inmigrantes y usuarios de drogas, se están frustrando con los rechazos locales a gastar sus dólares fiscales en hacer lo que pide la policía federal. Todo esto es culpa de “la idea general (que se está extendiendo como la cizaña) de que leyes debidamente aprobadas pueden ser ignoradas por cargos federales, estatales y locales cuando resulten incómodas para la supuesta ‘voluntad del pueblo’”.

Hewitt habla de ello como si fuera algo malo, pero también resulta inintencionadamente cómico cuando dice que su única preocupación es la conservación del “gobierno constitucional”. Hewitt olvida convenientemente mencionar que las leyes federales contra la marihuana son claramente inconstitucionales para empezar.

Luego Hewitt se vuelve todavía más extraño.

Hewitt contra la Escuela Austriaca

Continúa acusando a los opositores del Export-Import Bank de estar en el mismo barco que quienes anulan leyes federales porque han usado las normas institucionales del propio banco para impedir la aprobación de numerosos acuerdos de difusión de miles de millones en bienestar corporativo.

¿Y a quién acusa de esta imperdonable oposición al corporativismo del Ex-Im? Aparentemente, a los economistas austriacos. Hewitt escribe desdeñosamente:

Y luego está el Ex-Im. Una pequeña fracción de los conservadores (del tipo que disfruta de cruceros “Hayek/von Mises” por el Danubio) odia al banco con pasión. La mayoría de los estadounidenses normales no sabe qué es el Ex-Im, mientras que la mayoría que sí lo sabe dice que por supuesto el gobierno de EEUU debería dar “créditos a la exportación” (subvenciones) para favorecer a las empresas de EEUU que luchan por negocios internacionales contra sus competidores extranjeros respaldados por las subvenciones de sus propios gobiernos. El Ex-Im nivela un terreno de juego internacional desnivelado. Ha funcionado durante décadas (discretamente, sin polémicas) hasta que los puristas decidieron que necesitaban un sacrificio ritual a la Escuela Austriaca. Lucharon duramente por acabar con el Ex-Im. Vale. Es un derecho. Pero perdieron. Y no por poco.

Parece que Hewitt está enfadado no solo porque algunos seguidores de la Escuela Austriaca consiguieron plantear alguna oposición al Ex-Im Bank, sino porque ahora están encontrando otras vías para oponerse al favoritismo constante corporativo del banco.

Y repito, Hewitt consigue declararse a favor de las subvenciones y los cómodos préstamos públicos supuestamente (vuelvo a repetir) en nombre del “gobierno constitucional”. Si Hewitt citara amablemente qué sección del Artículo I de la Constitución de EEUU autoriza algo similar al Ex-Im Bank, tal vez pueda convencer a algunos de esos conservadores a los que tan claramente desprecia.

Hasta entonces, parece que Hewitt servirá unido a expertos comerciales como Hillary Clinton y Harry Reid, que reclamaban que el banco fuera reautorizado en 2015, ya que demasiada libertad en el comercio “cuesta decenas de miles de empleos estadounidenses”.

¿Es siempre suprema de la ley federal?

La respuesta a toda esta incómoda oposición antifederal, responde Hewitt, es sencillamente más obediencia al estado federal. Hewitt dice:

Los gobiernos estatales y locales deberían obedecer la ley federal en todos sus aspectos. (No es por nada por lo que se llama la “cláusula de supremacía” de la Constitución). No puedes calificar de cómo conservador si no pones la Constitución por encima de tus preferencias personales. No estoy seguro de que te puedas ni siquiera calificar como un buen ciudadano si consideras las leyes del país como opciones de un menú.

No se sabe cómo muchos defensores de la marihuana legalizada o lectores de Ludwig von Mises pueden considerarse a sí mismos como “conservadores”, así que no queda clara la relevancia de esa afirmación.

Sin embargo, lo que sí sabemos es que hemos oído antes afirmaciones absolutistas como las de Hewitt, especialmente durante las polémicas de mediados del siglo XIX y principios del XVIII acerca de las leyes de esclavos fugitivos y las leyes de extranjería y sedición. Cuando examinamos los argumentos de Hewitt, descubrimos que se habrían escuchado muy habitualmente en 1855 cuando los viejos esclavistas estaban reclamando que los agentes federales fueran duros con ciudadanos y políticos que rechazaban cumplir las leyes federales con respecto a la esclavitud.

Eran por supuesto las personas de Carolina del Sur a favor de la esclavitud las que se quejaban amargamente de que los norteños rechazaban aplicar las leyes federales y de que “una creciente hostilidad por parte de los estados no esclavistas ante la institución de la esclavitud les ha llevado a incumplir con sus obligaciones y las leyes del Gobierno General han dejado de ser lo establecido en la Constitución”.

Hewitt se limita a actualizar este argumento para oídos modernos, diciendo: “La respuesta, por supuesto, es aplicar la ley federal tal y como se aprueba (en todos los casos) y que el Presidente y el departamento de justicia insistan en ello. (…) ¿Realmente queremos que el gobierno a cualquier nivel escoja qué disposiciones de la Constitución aplicará ahora?”

Algunos lectores podrían afirmar que estoy realizando una especie de reductio ad hitlerum  Muchos protestarán diciendo que “indudablemente Hewitt no apoyaría la esclavitud”. Sí, la postura moderna de Hewitt no equivale exactamente apoyar la esclavitud porque la constitución moderna prohíbe la esclavitud. Sin embargo también es verdad que la postura absolutista de Hewitt necesita condenar al pueblo que fue lo suficientemente valiente como para rechazar aplicar leyes a favor de la esclavitud cuando era la llamada “ley del territorio”. Y, por extensión, cualquiera que hoy emplee los métodos de los abolicionistas es igualmente culpable. Así que, si el gobierno central, por ejemplo, detuviera a todos los ciudadanos de cierto grupo étnico y los enviara a campos de internamiento, ningún estado, ciudad o comunidad podría rechazar ayudar a los secuestradores federales. Igualmente, si el gobierno federal reclamara que los ciudadanos estadounidenses fueran encarcelados y multados por criticar al gobierno (como ocurría bajo las leyes de extranjería y sedición) cualquiera que intentara oponerse a esas leyes (como hizo Thomas Jefferson) no sería más que un promotor del “obstruccionismo sin ley”.

Hay que reconocer que Hewitt parece felizmente inconsciente de toda la historia de Estados Unidos que se produjo antes de la Administración Obama. Parece no haber considerado nunca el asunto de cómo los rechazos aplicar las leyes federales fueron evidentemente la postura correcta y moral en muchos casos a lo largo de la historia estadounidense.

Tal vez esta relación casual con la historia explique la declaración más absurda de Hewitt en todo su artículo, cuando concluye “Respetemos la Constitución. Ha funcionado desde 1789”.

Aunque Hewitt lo haya olvidado convenientemente, algunos buenos estudiosos de la historia podrían recordar la década de 1860 como un periodo en que la Constitución de EEUU fracasó espectacularmente.

Pero también puede que esto demuestre lo que dice Hewitt. El conflicto sobre la aplicación de las leyes federales de esclavitud desempeñó claramente un papel en el desarrollo de la crisis que ahora conocemos como Guerra de Secesión. Tal vez los que se opusieron a la esclavitud deberían sencillamente haber hecho lo que reclama Hewitt: capturar a los esclavos escapados y devolverlos a una vida eterna en las plantaciones. Después de todo, ¿por qué seguir a tu conciencia cuando puedes obedecer la ley federal?

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