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Las cifras de las grandes tecnológicas esconden muchos pecados

La demanda de ingenieros financieros aumenta y disminuye con la inflación de activos. Así que no hay nada raro en que estos profesionales ahora disfruten de un buen mercado para sus servicios. ¿Pero por qué las grandes tecnológicas contratan a tantos?

El arte (no la ciencia) de la ingeniería financiera (camuflar un aumento en el apalancamiento para estimular las ganancias presentes y futuras con el fin de mantener las acciones al alza) se busca sobre todo cuando es más fuerte la irracionalidad de los mercados de capital. Eso se produce con una inflación monetaria que muestra una virulenta inflación de activos como su síntoma más evidente. El hambre de rendimientos o la exuberancia irracional significa que un sobrio cinismo racional, que ayudaría a los inversores a descubrir el camuflaje de los ingenieros, es anormalmente débil.

Aun así, podríamos haber imaginado que las grandes empresas tecnológicas, dada la fantástica naturaleza de sus beneficios (excluyendo a Amazon, a la que muchos analistas no pondrían en la categoría de gran tecnológica), tendrían un discurso lo suficientemente seductor como para no necesitar contratar ingenieros financieros. Pero con los actuales valores bursátiles de las FAANMG (Facebook, Apple, Amazon, Netflix, Microsoft, Google) llegando las nubes, parece que se necesitan ingenieros para mantener la creencia en un constante crecimiento exponencial de las ganancias. Y los ingenieros financieros pueden también ser útiles para tratar con esas enormes pilas de efectivo construidas por el actual poder de monopolio que podrían invitar al escrutinio de reguladores, autoridades antitrust y gobiernos hambrientos de impuestos.

La fuerza contra la que luchan los ingenieros financieros es la percepción racional de que las ganancias debidas a un aumento en el apalancamiento no deberían aumentar el valor bursátil. Es lo que aprendemos en primero de finanzas bajo el título del “teorema de Modigliani-Miller”. Según este, si los accionistas pudieran haber realizado en sus propias cuentas personales cualquier cambio de apalancamiento que haga la empresa, no pagarían un precio para cualquier estímulo en las ganancias informadas que derivaran de esto.

En concreto, en aquellas etapas de inflación de activos en las que los tipos de interés son muy bajos o incluso negativos, las empresas pueden aumentar sus ganancias por acción y su retorno de ganancias sobre el capital bursátil en las cuentas, medido por los contables, sumando la deuda pendiente y el capital retirado. Pero el accionista racional no pagaría ningún extra por ese supuesto estímulo. Podría haber logrado el mismo resultado añadiendo el apalancamiento de su cartera personal o reduciendo la cantidad de bonos seguros, lo que significa menos apalancamiento negativo.

Pero sabemos que, en la práctica, durante las inflaciones de activos, un crecimiento rápido de las ganancias por acción estimulado por los ingenieros financieros parece hacer maravillas. De hecho, los beneficios implícitos que derivan del apalancamiento (no expresados) se multiplican por el mismo alto multiplicador de ganancias de precios para justificar un valor inflado en la acción. Además, cuando el precio de la acción está aumentando, los ratios de apalancamiento calculados al valor del mercado (de acciones y deuda) puede estar en realidad bajando a pesar de los ingenieros.

Al usar sus habilidades dentro de las grandes tecnológicas, los ingenieros financieros no están tratando el apalancamiento en su sentido positivo usual. Aquí la tarea es camuflar una gran disminución en el apalancamiento negativo que deriva de un deterioro de enormes pilas de efectivo acumuladas durante años de megabeneficios de monopolio. Los programas de recompra de acciones son en la práctica una operación para distribuir las pilas a los accionistas y retirar al mismo tiempo los valores pendientes. Pagando este activo con el mínimo retorno en la cartera de la empresa hay mucho espacio para aumentar las ganancias por acción que quedan y la tasa de retorno con respecto al capital en acciones que se muestra en las cuentas.

A lo largo del camino los ingenieros financieros pueden alegar razonablemente que, incluso en mercados eficientes completamente racionales, la disminución del efectivo aumentaría el valor bursátil al reducir los márgenes para gestión corporativa ineficiente (incluyendo adquisiciones malamente justificadas). Los ingenieros también esperan sin duda crear un viento de cola para los precios de las acciones de la compañía impulsados por los equívocos comentarios en los mercados acerca de recompras de acciones.

Muchos de los errores populares derivan del hecho de que la empresa está en el mercado comprando valores. Indudablemente, eso tiende a impulsar al alza los precios, especialmente si por la misma operación las ganancias por acción y los retornos de ganancia se estimulan de forma importante. Sin embargo, esto no sería así en un mercado eficiente que aplicara una fuerte racionalidad. Tomemos el siguiente ejemplo aritmético.

La tecnológica Titan A tiene 100 millones de acciones, cada una con un precio de mercado de 10.000$. Tiene un exceso de efectivo de 100.000 millones de dólares. Así que decide retirar una de cada diez acciones, dando al tenedor 10.000$ a cambio de la acción cancelada. Muchos inversores se contentarían con quedarse por lo que queda (nueve acciones de cada diez) en su cartera y guardar el efectivo. Algunos podrían decidir reconstruir su cartera para acercarse a la cantidad original anterior a la cancelación de acciones (aunque esto fuera una proporción aumentada del valor total de negocio ahora en Titan A); otros podrían decidir mantenerse en una proporción más baja. Pero el precio de transacción, si no cambia nada más, seguiría siendo de 10.000$. La retirada de acciones no ha cambiado esencialmente el valor de las inversiones empresariales de Titan A: el valor total de las acciones pendientes debería bajar precisamente en la cantidad de efectivo pagada (tal vez un poco menos si las afirmaciones de los ingenieros de una mayor eficiencia general son creídas en el mercado).

En la práctica, las empresas no retiran acciones como en el ejemplo. Por el contrario, recompran acciones. Pero el resultado colectivo de la operación es en la práctica al mismo. Cuando Titan A anuncia un programa de recompra de acciones, muchos de los accionistas existentes prepara su propio programa de venta para quedarse igual, al no querer aumentar la intensidad de su inversión en los negocios de inversión sin efectivo de Titan A y en algunos casos decidiendo reducir la proporción. Unos pocos pueden no realizar ninguna acción, ya sea por pasividad irracional o decisión deliberada de aumentar su intensidad de inversión; otros decidirán aligerarse vendiendo más de lo que se necesita para mantener constante su porción en los negocios sin efectivo de Titan A.

¿Por qué entonces tanto bombo en el mercado acerca de los programas de recompra de acciones sobre todo de Apple, seguidos por Google y Microsoft y recientemente por Facebook? Una parte la explicación es indudablemente que los dueños de estas empresas tienen interés en descender y aumentar la actual enorme alza en su valor bursátil. Conseguir engordar ocho años en lugar de siete: para eso merece la pena llamar a los ingenieros financieros. Ayuda a las perspectivas de éxito de los ingenieros el gran número de inversores que por ahora creen fervientemente en los beneficios de monopolio de FAANMG que han estado aumentando exponencialmente durante décadas y que no creen en profecías de tipo divino de los siete años magros anteriores.

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