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Mises, Rothbard y Cataluña

Muchas personas en Cataluña desean separarse de España y formar su propio país, pero el gobierno español ha utilizado la fuerza para impedirles hacerlo. ¿Qué deberían pensar los libertarios sobre este conflicto? Para tratar de responder a esta pregunta, es útil buscar la guía de Mises y de Rothbard. No es que estos dos pensadores siempre tengan la razón, pero es una apuesta segura que estos dos gigantes de la ciencia social del siglo XX tendrán algo que decir.

Mises aborda el asunto directamente en Gobierno Omnipotente. Critica al eminente liberal español Salvador de Madariaga por su oposición a la independencia catalana. “Si algunos pueblos pretenden que la historia o la geografía les da el derecho de subyugar a otras razas, naciones o pueblos, no puede existir paz. Es increíble cuán arraigadas están estas ideas viciosas de hegemonía, dominación y opresión, incluso entre los más distinguidos contemporáneos. Salvador de Madariaga condena las demandas de independencia de los catalanes y vascos, y aboga por la hegemonía castellana por consideraciones raciales, históricas, geográficas, lingüísticas, religiosas y económicas” (pp. 15 – 16). (Madariaga sirvió como profesor de español en Oxford y embajador de España ante la Liga de Naciones. Él y Mises eran amigos, hasta que esta disputa los separó.)

Los intentos de suprimir la autonomía de un grupo lingüístico distinto, pensaba Mises, tenderían a conducir a la guerra. La paz requiere que se permita a los grupos elegir su propio destino. “Es fútil anteponer razones históricas o geográficas en apoyo de ambiciones políticas que no pueden soportar la crítica de los principios democráticos. El gobierno democrático puede salvaguardar la paz y la cooperación internacional porque no tiene como objetivo la opresión de otros pueblos”. (pág. 15)

Mises llevó el derecho de la secesión muy lejos: cualquier grupo que desee vérselas por sí mismo debe ser libre de hacerlo. “El derecho a la auto-determinación con respecto a la cuestión de la pertenencia a un estado significa por lo tanto: cuando los habitantes de un territorio determinado, ya sea un pueblo, un barrio entero o una serie de distritos adyacentes, dan a conocer, por medio de un plebiscito llevado a cabo libremente, que ya no desean permanecer unidos al estado al que pertenecen en ese momento, sino que desean ya sea formar un estado independiente o adherirse a algún otro Estado, sus deseos deberían ser respetados y complacidos… Si fuese de alguna manera posible garantizar este derecho de autodeterminación a todo individuo, se tendría que hacer”. (Liberalism, pp. 109 – 10)

Para Mises, entonces, preservar la paz tiene importancia primordial. No se debe obligar a los grupos a permanecer en un país contra su voluntad. Mises no hace un requisito para la secesión que el grupo secesionándose acepte principios libertarios o, como él diría, liberales. Ni siquiera es un requisito que el grupo secesionándose favorezca instituciones más libertarias que las del país del que desea salirse. Mises tendría poca simpatía por la opinión, sostenida hoy por algunos libertarios, de que habría que oponerse a la independencia catalana porque el gobierno español es actualmente menos socialista que las autoridades provinciales catalanas.

Rothbard mantuvo opiniones muy similares, aunque para él en el corazón del asunto de la secesión estaban los derechos individuales por sobre el evitar el conflicto. “Las fronteras nacionales son sólo justas en la medida en que se basen en el consentimiento voluntario y los derechos de propiedad de sus miembros o ciudadanos. Así que las fronteras nacionales justas son en el mejor de los casos derivadas y no primarias. ¡Cuánto más cierto es esto respecto de las fronteras estatales existentes que están basadas, en mayor o menor grado, en la expropiación coactiva de la propiedad privada o en una mezcla de esto con consentimientos voluntarios! En la práctica, la forma de tener esas fronteras nacionales tan justas como sean posibles es mantener y aceptar el derecho de secesión, el derecho de distintas regiones, grupos o nacionalidades étnicas a librarse del ente superior, a crear su propia nación independiente. Sólo afirmando con firmeza el derecho de secesión puede el concepto de autodeterminación ser algo más que una farsa y una mentira” (“La Cuestión de las Nacionalidades”).

Rothbard tenía poco uso para la noción, sostenida por algunos libertarios, que porque sólo los individuos existen, las naciones no tendrían ninguna significancia. “No debemos caer en una trampa nihilista. Aunque sólo existan los individuos, estos no existen como átomos aislados y herméticamente sellados. Los estatistas tradicionalmente acusan a los libertarios e individualistas de ser “individualistas atomistas” y la acusación, espero, siempre ha sido incorrecta y malintencionada. Los individuos pueden ser la única realidad, pero se influyen entre sí, en el pasado y el presente, y todos los individuos crecen en una cultura e idioma común.” Tal como Mises, Rothbard no requiere que un grupo en secesión sea de tendencia liberal clásica para separarse. Si no lo es, es desafortunado; pero los miembros del grupo no pierden su derecho a formar una nueva asociación política.

Uno podría objetar a Mises y Rothbard a lo largo de estas líneas: ¿Podríamos no imaginar situaciones donde la secesión tendría consecuencias muy malas? ¿Debemos apoyar la secesión, pase lo que pase? Las opiniones de ninguno de los pensadores requieren esto. Demasiado a menudo los libertarios buscan una política geométrica, en la cual los principios absolutos provienen rígidamente del principio de no agresión. No deben tenerse tales deducciones, y tanto Mises como Rothbard consideraron imprescindible el aplicar principios libertarios a circunstancias particulares con el juicio práctico necesario. Al hacerlo, argumentaron que el apoyo a la secesión es casi siempre el curso preferido.

[Traducción por Francisco Albanese.]

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