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Sí, las leyes económicas siguen aplicándose al salario mínimo

¿Qué pasa con la ignorancia económica y la gente que escribe en los medios de comunicación? Hay una explicación evidente: los medios tienen que vender periódicos (u obtener “clics”), así que tiene sentido explotar los sesgos de confirmación de la gente. En otras palabras, decir a la gente lo que la gente quiere oír. Y, como sabemos, la economía es esa ciencia que revela que las cosas no son lo que parecen. De hecho, los mecanismos detrás de los fenómenos que observamos son a menudo exactamente lo contrario de lo que el ojo no entrenado piensa que ve.

La gente tiende a darse cuenta que la economía produce explicaciones que no quiere oír (lo que, por cierto, no hace que estas explicaciones sean falsas). Esto hace de la economía una de las ciencias favoritas a odiar y menospreciar. Es también la ciencia que se interpone firmemente en el camino de las políticas ilusas (por alejadas de la realidad): los análisis económicos adecuados, más a menudo que no, demuestran que una política sugerida puede no crear los resultados que pretende obtener.

Tal vez esta capacidad del razonamiento económico sensato para acabar con los sueños sea lo que explique por qué los economistas que confirman los errores populares acerca de la economía son alabados de forma tan generalizada. Como economista, parece que hay dos maneras de ser famoso: o bien declarar mentiras económicas como la verdad “real” (básicamente ser un negacionista económico), o bien jugar alrededor los datos para producir algo peculiar, inane y gracioso (como “Freakonomics”). Por supuesto, ambas opciones menoscaban el estatus de la economía y juegan la carta del “sesgo de confirmación”, estimulando la ignorancia económica de la gente.

El mundo despistado de los economistas “empíricos”

Noah Smith, un economista de formación que abandonó su carrera académica para dedicarse al comentario económico, resulta ser un gran ejemplo de este fenómeno en un reciente artículo en Bloomberg. No está claro qué trata de demostrar con su argumento real, pero hace un buen trabajo acumulando mentiras y haciendo afirmaciones ilógicas y sin fundamento. Y, por supuesto, el artículo hace un buen trabajo jugando con la ignorancia económica de la gente (y de Smith).

La conclusión a la que llega aparentemente Smith en su artículo es que el análisis de la oferta y la demanda ya no explica el mercado laboral. Es una afirmación bastante sorprendente y, si fuera verdad, demostrar esto debería ser merecedor de un Nobel. Por supuesto, no es así. De hecho, la mayoría de las afirmaciones en el artículo son bastante absurdas por su ignorancia de la economía básica o su uso krugmanesco de los hechos.

Smith empieza diciendo que “La batalla sobre los efectos de los salarios mínimos ha sido una de las peleas más prolongadas y desabridas en la historia de la economía empírica”. Esto es directamente falso. Solo hasta hace muy poco los economistas han sido capaces de retorcer los datos lo suficiente como para “demostrar” que las verdades teóricas acerca de los topes mínimos en los precios en el mercado laboral (pero no en otros casos, aparentemente) no son verdad. Realmente esos estudios han creado debate, pero debería ser así: sus supuestas conclusiones son absurdas. No es que “falseen” teoría económica sino más bien que deberían ser un incentivo para encontrar otras causas para estos interesantes descubrimientos.

Pero Smith no sabe esto. Se ha formado adecuadamente en la tradición whig de la economía, donde se cree casi religiosamente que todo lo que tiene que decir la economía es lo que se ha publicado en las revistas en las últimas una o dos décadas. (También cree erróneamente que la economía es algo así como una ciencia inductiva, empírica e impulsada por los datos). Desde esa perspectiva whig, su afirmación acerca de la “historia de la economía empírica” (¿que se remonta hasta finales de la década de 1990?) podría ser verdad. Quien tenga un simple conocimiento somero de la historia de la economía sería capaz de proporcionar mejores ejemplos de “peleas prolongadas y desabridas”, por ejemplo, sobre qué causa las crisis económicas y cómo pueden tratarse adecuadamente.

Sin embargo, esto es solo el principio y no es importante para el argumento, es solo un “gancho”, como dicen en los medios de comunicación, que pretende que se lea todo (y los anuncios).

Los efectos reales de una subida del salario mínimo

Luego Smith se refiere a un estudio que demuestra que “las subidas de salario mínimo tienden a disminuir el número de empleos por debajo del nuevo límite, pero a aumentar el número por encima de la línea, lo que implica que la subida salarial no está eliminando empleos, sino sencillamente dando aumentos a la gente”. Bueno, ¿Quién se sorprendería de que el número de empleos por debajo del nuevo mínimo legal disminuyera? Nadie. Eso es exactamente lo que deberíamos esperar.

Deberíamos también esperar que se produzca la otra afirmación, la de que aumentará el número de empleos por encima del límite salarial legalmente requerido. ¿Por qué? Porque algunos empresarios pueden creer (correcta o equivocadamente) que pueden aumentar los salarios a quienes están por debajo del punto límite y así mantenerlos en plantilla, recortando en su lugar en alguna otra cosa. Así que podrían aparecer nuevos empleos por encima del salario mínimo, no como consecuencia del aumento de los salarios de las personas, sino como resultado de no ofrecer salarios mayores en otros empleos. En otras palabras, una redistribución de salarios.

¿Pero no confirma esto la tesis de Smith de que el análisis de la oferta y la demanda ya no vale? No. Demuestra que el análisis del equilibrio no vale. El resultado del salario mínimo es, evidentemente, desequilibrio: es una restricción a los mercados que tiene consecuencias.

El siguiente estudio citado concluye que “los aumentos de salario mínimo tienden a aumentar las rentas de las personas en la parte baja de la distribución” y que “la posibilidad de que la gente pierda completamente su renta (…) no se ve afectada significativamente”. Estas son buenas razones para investigar más las causas de estos resultados, no para descartar el análisis de la oferta y la demanda.

Estas cosas no se producen un vacío y el mercado laboral está lejos de ser un mercado libre equilibrado. Y deberíamos esperar cambios en los empleos, debidos, por ejemplo, al crecimiento económico. Asimismo, con las inversiones en capital aumenta la productividad del trabajo, lo que significa que se ganarán mayores salarios (de mercado). De hecho, los aumentos de salario mínimo pueden causar cambios del trabajo de baja productividad a inversiones en capital, como ilustraba recientemente McDonald’s. Esa es una posible explicación de la “evidencia” empírica a la que se refiere Smith en su artículo.

Realmente no hay nada extraño en estas conclusiones, pero Smith sigue afirmando que “nos obligan a repensar nuestra comprensión básica de cómo funcionan los mercados laborales”. ¿Cómo? Bueno, Smith señala que hay indicaciones de que la razón por la que salarios mínimo más altos no causan desempleo es que “es tan costoso y difícil para los trabajadores encontrar nuevos empleos que sencillamente aceptan salarios inferiores de los que reclamarían en un mercado que funcionara bien”. Sí, se llama regulación. Por eso el mercado no “funciona bien”.

Smith continúa: “la evidencia demuestra que los empresarios tienen más poder de mercado de lo que los economistas hayan sospechado nunca”. Hay estudios que demuestran que “en áreas en las que hay menos empleados en un sector, los trabajadores en ese sector ganan salarios inferiores”. Las “conclusiones [de estos estudios] son completamente coherentes”. Imagináoslo. ¡Es como si más competencia por la mano de obra entre empresarios aumentara los salarios! ¿Quién podría haberlo pensado?

Pero para Smith estos resultados son una anormalidad que “sugiere que el modelo competitivo de oferta y demanda de los mercados laborales está esencialmente en quiebra”. En realidad, no tengo ni idea de cómo puede haber llegado a esa conclusión, así que no voy a tratar de explicarla.

De alguna manera, la conclusión es que los economistas “deberían [cambiar] el modelo de básico de los mercados laborales que se enseña en clase” y “empezar con un modelo de poder de mercado”. ¿No es raro lo mucho que suena esto al análisis de la competencia imperfecta de Joan Robinson? Es sabido que Robinson escribió Economía de la competencia imperfecta en 1933. Pero, por alguna razón, la competencia imperfecta no acabó con el análisis de la oferta y la demanda, como dice Smith que debería haber hecho.

Sin embargo, Smith tiene razón en una cosa. Tal vez sí haya algo equivocado en cómo se enseña la economía. Lo equivocado no es la intuición, la economía como un modelo estructurado de pensar. Los profesores de economía generalmente enseñan lo correcto en los cursos sobre principios. Es el impensado modelado matemático y la interferencia en los datos en los cursos de los niveles intermedio y avanzado lo que está completamente en desacuerdo con la economía fundamental.

En otras palabras, lo incorrecto en cómo se enseña la economía es exactamente el tipo de educación avanzada que tiene Smith (un doctorado). Lo mismo que hace de él una autoridad en la materia, al menos a los ojos de los lectores desprevenidos. Pero esto le permite escribir artículos absurdos sobre “economía” que juegan con el sesgo de confirmación de la gente.

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