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Un banco central causó una de las mayores estafas de la historia

En verano de 1821, un pícaro escocés llamado Gregor MacGregor llegó en una barca a Londres y empezó el que podría considerarse el timo más audaz de la historia. MacGregor había dedicado buena parte de la década anterior a luchar como soldado de fortuna en la Guerra Venezolana de Independencia, donde había conseguido ascender de categoría, acabando por ser nombrado general por Simón Bolívar. En algún momento de este periodo, los gobernantes locales centroamericanos concedieron a MacGregor una gran franja de terreno, la mayoría del cual era un pantano inhabitable y plagado de malaria, a lo largo de Río Negro, en la Honduras actual. A pesar de las pobres perspectivas económicas de su nueva adquisición, MacGregor estaba decidido a que el terreno fuera su pasaje hacia la fortuna, aunque requiriera medidas poco convencionales.

Fue esta serie de acontecimientos la que llevó a la “fundación” del inexistente país de Poyais. Tras volver a Gran Bretaña, MacGregor se integró en la alta sociedad de Londres afirmando ser el príncipe soberano o “cacique” de una colonia recién formada y amistosa con los británicos en la Costa de los Mosquitos de América Central, supuestamente llamada “Poyais” por el pueblo poyer de la zona. Para convencer al público británico de la realidad de este país imaginario, MacGregor se vio obligado a emplear una serie extremadamente compleja de medios, siendo el principal la publicación de una guía de 355 páginas para posibles colonos. Este libro, probablemente escrito por el propio MacGregor, contenía multitud de descripciones muy detalladas (y completamente ficticias) de todos los aspectos de la vida en Poyais. Estas incluían descripciones enrevesadas de su sistema parlamentario tricameral y sus sistemas comercial y bancario, uniformes diferentes diseñados para cada regimiento de sus inexistentes fuerzas armadas, un sistema completamente desarrollado de honores, un escudo de armas de Poyais (mostrando unicornios) y una bandera nacional. La guía también ofrecía descripciones detalladas del clima y la agricultura de Poyais, por no mencionar su resplandeciente capital e incluso afirmaba que los ríos de Poyais contenían “glóbulos de oro puro”. Además de la guía, MacGregor creó oficinas de gobierno de Poyais en Londres, Edimburgo y Glasgow, empezó a tener papel moneda y documentos públicos poyaisianos imprimidos profesionalmente e incluso encargó la composición de canciones acerca de Poyais para cantarlas en las calles de las principales ciudades británicas.

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El truco funcionó. A finales de 1822 y principios de 1823, aproximadamente 270 esperanzados colonos navegaron hacia Poyais y MacGregor fue capaz de ganar 200.000£ por la venta de “bonos públicos” poyaisianos (con el préstamo inconscientemente avalado por el muy respetable banco de la City de Londres, Sir John Perring, Shaw, Barber & co.) Además del dinero que había ganado por la venta de certificados de terrenos y papel moneda poyaisianos. Cuando los 50 colonos supervivientes de Poyais volvieron a Londres en octubre de 1823 con las noticias de que nada de aquello era verdad, explotó la furia resultante por toda la prensa británica. Sin embargo, MacGregor había huido a París solo unos días antes de su llegada y no solo nunca fue condenado por ningún delito por su implicación en la estafa de Poyais, sino que incluso llegó a intentar repetir exactamente la misma estafa en Francia, en 1826.1

¿Cómo pudo esta estafa absurda haber tenido tanto éxito en engañar al público inversor británico de principios de la década de 1820? La respuesta se encuentra en el sistema bancario británico del momento, que estaba estructurado de una manera que hacía particularmente sencillo alimentar el tipo de crisis económicas descritas por la “teoría austriaca del ciclo económico” de Ludwig von Mises. A principios de la década de 1820, la oferta monetaria británica parecía externamente estar controlada de una manera muy descentralizada, con aproximadamente 800 bancos en todo el país con derecho a emitir sus propios billetes, teóricamente redimibles en oro. Sin embargo, en el centro de este sistema se encontraba el Banco de Inglaterra, el banco central británico, que no solo tenía un monopolio de la emisión de billetes en el área de Londres, sino que también estaba legalmente privilegiado de una manera que permitía a los bancos privados del momento usar los billetes de Banco de Inglaterra como si fueran oro, para reservas, liquidación de transacciones y redención de sus propios billetes. Gracias a estos privilegios legales de los billetes de Banco de Inglaterra, los bancos privados del momento eran capaces de acumular su propia expansión de crédito y emisiones de billetes por encima de las reservas fraccionarias de los billetes de Banco de Inglaterra, que a su vez se acumulaban sobre una reserva todavía más fraccionaria de oro. Esto no solo permitía una extensión general mucho mayor de la expansión del crédito de la que hubiera habido si los billetes del Banco de Inglaterra no hubieran tenido estos privilegios, sino que también daba al Banco de Inglaterra una enorme influencia sobre el grado de la expansión del crédito para el sistema bancario británico en general, alterando el volumen de sus propias emisiones de billetes.2

¿Cómo se relaciona todo esto con Gregor MacGregor? Porque el éxito de su estafa de Poyais solo fue posible gracias a la manía especulativa que había sido alimentada por la expansión del crédito del Banco de Inglaterra través de estos canales. En un intento de invertir la deflación monetaria y de precios que se había estado produciendo desde 1819, el gobierno británico y el Banco de Inglaterra decidieron, en 1822, iniciar una política masiva y coordinada de expansión del crédito. Tal y como la teoría austriaca del ciclo económico de Mises nos lleva a esperar, esta expansión del crédito causó un auge de la inversión en empresas de riesgo y sectores de “orden superior”. Dados los inferiores patrones de préstamo y costes de tomar prestado que acompañan a cualquier periodo de expansión del crédito, los inversores británicos se lanzaron ante la posibilidad de invertir extensamente en los nuevos estados independientes de Latinoamérica, creando una manía especulativa que rodeó las inversiones en ese continente, algo que manejó perfectamente MacGregor en sus intentos de conseguir dinero para su reino inexistente. Fue así como la expansión del crédito de 1822-25 no solo dio vida a la estafa más audaz de la historia, sino que asimismo infló una burbuja mayor que acabó estallando durante el pánico financiero de 1825, que fue probablemente el crash económico más severo experimentado por Gran Bretaña en toda la primera mitad del siglo XIX.

En años recientes, las expansiones de crédito del banco central repiten a menudo este truco de causar burbujas en versiones absurdas y de riesgo, como los “préstamos NINJA” antes de la crisis de 2007-08 o las nuevas empresas tecnológicas no rentables durante la burbuja punto com de 1997-2001. Sin embargo, tal vez no haya ninguna lección de la historia que ilustre más vívidamente los peligros de los ciclos económicos alimentados por la expansión del crédito que la historia de Gregor MacGregor y su imaginario país de Poyais.

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