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Venezuela, inundada de dinero, pero escasa de efectivo, recurre al trueque

En 2006, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, declaraba:

Hay un mercado que puede reactivarse mediante trueque y no mediante moneda. Acabemos con esa maldición [del capitalismo].

Bueno, doce años después el trueque está realmente reemplazando las transacciones en moneda en toda la economía, pero con unos resultados que no pretendía el difunto dictador socialista. Tampoco es un resultado intencional de la política económica. De hecho, la degeneración de la economía hacia el trueque fue causada por el gobierno socialista del sucesor de Chávez, Nicolás maduro, abusando de la maldita herramienta capitalista de la moneda para transformar la economía imprimiendo dinero para financiar sus programas redistribucionistas al desplomarse los precios e ingresos del petróleo.

Como explicaba Ludwig von Mises en su obra pionera Teoría del dinero y del crédito, publicada hace más de 100 años, llega un momento durante el proceso inflacionista en el que el público general empieza a esperar que los precios aumenten continuamente a tasas veloces y aceleradas. En ese momento se desploma la demanda de tenencia de dinero y la gente recurre frenéticamente a intercambiar tan pronto como puede el dinero que recibe por bienes. Una vez se imponen esas expectativas inflacionistas, el nivel de los precios se convierte en completamente despegado de la cantidad de dinero en circulación y los precios se disparan al alza a un ritmo cada vez mayor y que excede con mucho el de la expansión monetaria. Paradójicamente, el resultado es que, mientras que el banco central inunda la economía con cantidades progresivamente mayores de dinero, se produce una escasez de efectivo en circulación para pagar los precios existentes, porque la imprenta ya no puede seguir la espiral inflacionista de precios.

Venezuela entró en esta etapa del ciclo inflacionista hace unos pocos años con la tasa de inflación acelerándose significativamente desde inicios de 2018. La tasa media de inflación anual llegó al 27.000% en mayo de 2018 y repuntó hasta el 46.000% en junio de 2018, según el economista Steve Hanke y el congreso venezolano liderado por oposición, respectivamente. Las tasas de inflación anual de estas magnitudes significan que los precios se doblan en un mes. Es imposible que las autoridades monetarias impriman y distribuyan por todo el país cada pocas semanas una cantidad de divisa igual a la cantidad absoluta en circulación expandiéndose exponencialmente. Además, como la gente está intercambiando los billetes en bolívares venezolanos por bienes tan pronto como pueden, el paso de la moneda de mano en mano se acelera, haciendo que los billetes se desgasten muy rápidamente. Los billetes en Venezuela tienen que remplazarse cada 7 a 9 meses, comparados con la expectativa de vida media de seis años de un billete en dólares de EEUU. Esto ha exacerbado la escasez de divisa al aumentar el coste de producción de impresión de billetes de valores pequeños por encima de su valor facial, llevando al gobierno a dejar de emitirlos. Mientras los bancos se quedan sin billetes diariamente y algunos cajeros automáticos tienen que recargarse cada pocas horas, los depositantes deben hacer cola durante horas para retirar el equivalente a 0,10$ en billetes. Las bodegas locales han aprovechado la brecha para vender billetes como una prima del 40% al 120% pagable con transferencia bancaria o tarjeta de crédito.

La hiperinflación impone los costes adicionales de transportar y contar cantidades montañosas de billetes para hacer incluso la compra más pequeña. En Venezuela, los compradores han reemplazado las carteras por mochilas y algunos comerciantes habitualmente pesan en lugar de contar sus pagos en efectivo. El dueño de una charcutería usa la misma balanza para pesar divisa y para pesar queso. Esto impide aún más el uso de efectivo y promueve la desmonetización de la economía.

Como indican los informes (aquí, aquí y aquí), en Venezuela, como en otros episodios hiperinflacionistas, la escasez de moneda afecta con más fuerza a compradores de rentas bajas y pequeños comerciantes y trabajadores del sector servicios que no tienen acceso a bancos o tecnología electrónica para hacer o recibir pagos. Estos grupos recurren cada vez más al trueque, a pesar de sus conocidos costes e ineficiencias. El intercambio directo por comida y objetos de atención personal está reemplazando las transacciones en moneda en pueblos pequeños e incluso en ciudades más grandes. Por ejemplo, en el pueblo de la costa caribeña de Río Chico, los pescadores tratan de intercambiar sus capturas por harina, arroz y aceite de cocina. Un hombre conduce su automóvil a la albufera cargado con cajas de aceite, pasta y harina de maíz (los ingredientes básicos para la arepa venezolana) para cambiar por pescado y el intercambio de sus productos se realiza rápidamente con los pescadores. Esta es la excepción. El principal problema del trueque y la razón por la que se desarrolló espontáneamente el dinero en el mercado es lo que los economistas llaman “la doble coincidencia de deseos”. Cuesta mucho tiempo y esfuerzo encontrar a alguien que posea el objeto particular que quieres y quiere el bien estás ofreciendo a cambio. Así, una mujer con una nevera y llena de pescado camina por la orilla de la albufera buscando gente que desee pescado y esté dispuesto intercambiar diversos productos alimenticios o medicinas para la epilepsia de su hijo. Algunos días, un pescador puede pasar horas tratando sin éxito de intercambiar su pescado para acabar llevando sus capturas a casa.

En las áreas más pobres de Caracas y las chabolas de sus colinas, la gente en el sector servicios recurre regularmente al trueque. Un peluquero cobra un millón de bolívares (equivalentes a aproximadamente 0,30$ con el actual tipo de cambio el mercado negro), pero también acepta alimentos. También de vez en cuando acompaña a su cliente a una carnicería local donde compran algo con un valor igual de mercado, normalmente con tarjetas de débito o crédito. El dueño de una empresa de contabilidad permite a sus clientes pagar sus deudas con carne, pollo, mantequilla y desodorante. Una peluquera llega a acuerdos con sus clientes para pagar sus facturas mensuales permitiéndole seleccionar productos de sus tiendas. Un fontanero repara un lavavajillas a cambio de unas pocas libras de pasta, un poco de carne y 200.000 bolívares (que valían unos 1,20$ al principio de2018).

La gente con recursos ha empezado a desarrollar sus propios medios rudimentarios de intercambio. Una maestra con diabetes y un miembro familiar esperan en la cola durante horas para comprar cosas fácilmente vendibles, como paquetes de pasta, para cambiarlos por la insulina que necesita. Es capaz de intercambiar 1,5 kilos de pasta por la dosis requerida de medicación. Con fuentes de proteínas con demanda generalizada, una profesora de arquitectura la Universidad de Caracas descubrió que el huevo es un medio “perfecto” de intercambio, mientras que cebollas y plátanos no lo son. Paga en efectivo y con dos huevos el estacionamiento de su departamento universitario y paga a un programador informático con cajas de huevos.

La escasez de moneda se ha añadido a las tremendas ineficiencias causadas por las extendidas intervenciones públicas y la epidemia de corrupción política. No sorprende que la economía venezolana haya estado encogiendo rápidamente, con tasas de crecimiento del -16,50% y el -13,20% en 2016 y 2017, respectivamente. Siendo improbable que el gobierno renuncie a su uso de la imprenta a corto plazo, es inminente el colapso de todo el sistema monetario y puede que se produzca la espantosa consecuencia de la visión de Chávez de una economía de trueque.

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