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La «emergencia climática»: alimentada por el marxismo del siglo XXI

Europa se enfrenta actualmente a varios retos que pueden perjudicar la calidad de vida de las personas en general, pero especialmente de los jóvenes, impidiéndoles desarrollar sus vidas de forma autónoma e independiente. La crisis de la vivienda, reflejada en el hacinamiento que afecta al 28% de los jóvenes de entre 15 y 29 años, es sólo un ejemplo.

La libertad de expresión en Europa también parece más amenazada que nunca. Contenidos muy controlados son retirados de las plataformas sociales por quienes parecen considerarse pensadores más legítimos que el resto de nosotros.

Los jóvenes europeos parecen carecer de libertad para crecer como individuos con plena libertad de expresión e incluso para adquirir propiedades. Sin embargo, hay un fenómeno mundial que parece más preocupante y extrañamente urgente en el punto de mira de los responsables políticos: la emergencia climática.

Todas estas partes interesadas parecen estar de acuerdo: debemos actuar ya. Hay una fecha límite y se nos acaba el tiempo.

El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, afirmó recientemente que «la era del calentamiento global ha terminado» y «la era de la ebullición global ha comenzado».

Un año antes, en febrero de 2022, esta cuestión era de vida o muerte.

El presidente de la Comisión Europea también comparte esta sensación de urgencia permanente, llegando a afirmar: «Se necesita más dinero para el clima», cuando se le preguntó por la legislación destinada a «gravar los beneficios excesivos» de las compañías productoras de energía. Este concepto de «lucros excesivos» parece traer a colación otra cosa.

El poder político tiene la característica de que, si los políticos tienen una preferencia temporal muy corta, los que están en el poder quieren conservar su poder.

Aunque la acción humana sea sólo uno de los factores a considerar cuando se habla de cambio climático, no parece sensato abordar esta cuestión sin el interés de aumentar esta rueda mediática del miedo. Si hay miedo, hay receptividad para aceptar medidas que generalmente restringen la libertad individual para lograr la «salvación».

A escala europea o mundial, la verdad es la misma: no hay dinero público. Es dinero de los contribuyentes que no tienen voz ni voto en su destino. En 2021, en la Unión Europea, la proporción de impuestos medioambientales en el total de ingresos fiscales y de cotizaciones sociales fue del 5,5%.

Si nos fijamos en algunos de los objetivos fijados por el Pacto Verde Europeo, veremos que difícilmente pueden aplicarse sin consecuencias en el aumento de los precios para los consumidores, ya que estos objetivos imponen restricciones y duros requisitos a varios niveles en los sectores económicos. Los contribuyentes siguen pagando y, aunque nunca es suficiente, las advertencias persisten: «el fin está cerca».

De repente, los «jóvenes» sienten «ansiedad climática», una nueva condición que aparentemente les absuelve de cualquier responsabilidad y lo justifica todo, incluidos los ataques a la integridad física de los demás, los ataques a la libertad de movimiento, la violencia, los ataques a la propiedad y, básicamente, cualquier agresión a personas y propiedades. El objetivo de estos jóvenes es claro y trasciende la mera preocupación por nuestra «casa común»: el anticapitalismo. Estos «activistas», que claramente tienen el privilegio de no sentir las consecuencias financieras prácticas de las políticas que defienden, también son anticapitalistas.

Los «activistas climáticos» quieren imponer abiertamente un modelo de sociedad sin consumo y sin libertad (para los demás), donde la preocupación medioambiental es sólo una máscara que oculta la verdad sobre este modelo, que es el marxismo. Este modelo ignora que sólo los humanos con capital y tecnología pueden evolucionar hacia soluciones orientadas a la conservación y la sostenibilidad.

Sin embargo, nunca se trató de conservación, ambientalismo o sostenibilidad. Se trata de poder y de la imposición de «un nuevo modelo de sociedad»: sin consumo, sin posesiones, sin clases, sin ley. Se parece mucho al marxismo.

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